De cochinadas, chingaderas y acoso sexual.

«…Que me arrimen su asqueroso bulto pélvico, ya sea que esté parada o sentada, ¡Son igual de cochinos! o que me agarren las nalgas como si tuvieran mi consentimiento, y qué decir de las vulgaridades como; ¡Mamacita! ¡Qué rica estás! ¡Sabrosa!…»

Muchas veces me he preguntado si lo que me pasa a mí, le pasa a otras chicas; y la verdad, es que me resulta lamentable saber que el patrón se repite en el día a día de muchas mujeres.

Hace poco, exactamente el 24 de abril, la Ciudad de México y zona metropolitana presenció un hecho inédito. Una marcha en la que mujeres de diversos puntos de la Ciudad, se reunieron para expresar el descontento respecto a la pinche sociedad machista en la que vivimos; pero lo que de verdad llamó mi atención, fueron los comienzos del movimiento en las redes, pues se convocó a que en 140 caracteres describieran su primer acoso. ¡Es neta! No uno, ni dos, sino, el primero de muchos.

Era indignante leer que no, efectivamente, no solo a mí me pasa que un completo desconocido me vea pervertidamente, ni que me arrimen su asqueroso bulto pélvico, ya sea que esté parada o sentada, ¡Son igual de cochinos! o que me agarren las nalgas como si tuvieran mi consentimiento, y qué decir de las vulgaridades como; ¡Mamacita! ¡Qué rica estás! ¡Sabrosa! Entre otras, que por mero pudor no las escribo.

¡Es asqueroso! Pero ¿Saben? Lo más cruel del asunto, es que me he dado cuenta de que las mismas mujeres somos las que nos destrozamos; me he topado con señoras que aseguran que yo soy la única culpable de que me acosen. Frases como « ¡Tú tienes la culpa por vestirte así!» o « ¿A poco vas a salir así a la calle?», son las que me irritan y me molestan en sobremanera, porque digo, aunque saliera desnuda, no les da derecho a mirarme lascivamente o decirme algo, ni mucho menos a tocarme.

Por otro lado, está el hecho de que somos pocas las que tenemos las agallas de alzar la voz y exhibir a esos hijos de la chingada, a quienes solo porque te les antojaste, se sienten con la libertad de tocarte, de mirarte con deseo, e incluso de profanar con nuestros cuerpecitos.

Pero, llegando a la parte medular de mi queja, yo me pregunto, qué será mejor, ¿Aguantarse y evitar en lo posible hacer uso de prendas que inciten las bajas pasiones? o ¿Enfrentarlos y mandarlos al carajo? He de confesar, que hasta el momento, yo he aplicado un poco de las dos; y estoy segura que no es la solución, o al menos no la mejor. Porque digo, qué injusto sería dejar de vestir como de verdad quieres, solo para que un maldito puerco no te moleste, o no poder usar falda o short en estos tiempos en los que el calor te derrite, porque sabes que estando en la calle, no faltará el asqueroso que inclusive se masturbe frente a ti.

Sin más, termino este texto con la misma incógnita. ¿Qué solución queda para el acoso sexual?

Por Sandra Lezama

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